Lectors

lunes, 24 de marzo de 2014

Estamos trabajando en ello…

Estos tiempos piden paciencia. Paciencia con las razones, con las actitudes, con las iniciativas. En particular estos tres últimos meses han sido la expresión meridiana del marasmo, de la abulia, del miedo a respirar demasiado fuerte, no vaya a ser que se acabe hasta el aire. Me río de la recuperación que se anunciaba mediante arcángeles, como a la virgen, tanto como puedo.

Está todo en letargo, hibernando como los osos, esperando una razón para despertar. Los que no hemos querido ni siquiera pestañear, pendientes de cualquier oportunidad para salir de este aburrimiento, hemos acabado dejando pasar cada semana para hacer el balance oportuno. A veces algo, a veces poco, a veces nada.

Desde que empezó esta crisis, entre los empresarios hay quien dice que no mueve ni un músculo para no gastar más energía de la necesaria, y otros que es el momento de no conservar casi nada de lo anterior, de apostar por los cambios, porque lo que viene será distinto.

Pero en nuestro sector había cambios que hacer, urgentes y profundos, y a la vuelta de estos seis años han sido aceptados como necesarios en muchas ocasiones y muchos lugares.

¿A qué esperan muchos, que ahora aceptan como irremisibles los cambios que tienen que hacer en la viña? Cuando acabe la crisis necesitarán tener sus medios en condiciones de producir vinos adecuados a lo que el mercado demandará. Si en algún sector la decisión entre convertirse en una garrapata o actuar está clara, es en el del vino; es el momento de hacer cambios, de apostar.

¿Ha sido rentable esperar a que el mercado les obligue a reaccionar? ¿No era suficiente un aviso previo? ¿A la siguiente ocasión que alguien avise con años de antelación, harán de nuevo como Pedro cuando vino el lobo?


Estamos trabajando en ello, dicen…




Pero inmediatamente después, la excusa de que la viña quiere muchos años para materializar los cambios no sirve ya. Ahora con un injerto aéreo se cambia la variedad en dos cosechas, y se aprovecha la edad de la viña anterior para obtener uvas de calidad, pero de variedades adecuadas al entorno de producción.

El peligro de que esto se pueda hacer de nuevo con cualquier excusa existe: por eso hay que dotar a las Denominaciones de Origen de cierta fuerza, primero argumental y después moral, para que estos cambios que les darán sentido se conviertan en sus propias razones de ser.

Hay que salir al paso de la miseria y cortarla de raíz. La mezquindad no sirve para combatirla, hay que apostar para ganar. Puedes ganar o perder, pero al menos no te has quedado acurrucado en un rincón, escondido con la cabeza gacha para que no te caiga una colleja en cualquier momento. Es mejor prepararse para esquivarlas mientras caminas.

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