Lectors

martes, 15 de abril de 2014

Matar al mensajero

Al fin y al cabo es lo más sencillo. Se elimina al que trae la mala noticia y parece como si la propia noticia desapareciese al menos por un momento, un período más o menos prolongado de alivio que no es sino una prórroga.

El historial de La Guia está lleno de intentos de hacer desaparecer al mensajero. La sorpresa año tras año, al volver a salir la publicación, ha sido importante. Sobre todo en el segundo y en el tercer año, ya que fue entonces cuando las acciones y comentarios menudearon más; fue entonces cuando los intentos para neutralizarla fueron más contundentes.

Habrá quien diga, otra vez, esa milonga de no es lo que dices sino cómo lo dices. Pero no es cierto, ya que en el caso de La Guia el problema es el qué, y no el cómo. Nuestra propuesta ha sido siempre salir del corto plazo para construir un proyecto común de largo plazo, sostenible por su argumentario basado en el territorio. Para ello hemos desarrollado temas progresivamente, Guia a Guia.

En la primera tan sólo apuntamos que las variedades foráneas estaban presentes en casi todos los vinos tintos, y que además había defectos de elaboración en los vinos basados en las más evidentes; que aparecían como notas comunes tomatera, pimiento, y en caso extremo, patata, defectos claros procedentes de la materia prima de las tintas globalizadas (pyrazinas). La tormenta fue notable, por supuesto.

Para la segunda edición encontramos un editor que se rajó en el último segundo, según dijo presionado por ambientes que es mejor no comentar. A pesar de todo logramos salir al mercado, y en la Guía incluimos textos que profundizaban en las raíces históricas de un panorama como el que nos encontramos ya por segunda vez. Fue cuando escribimos en nuestras conclusiones que la adaptación al clima mediterráneo de la Merlot y la Cabernet Sauvignon es deficiente, debido a los veranos secos y calurosos que casi imposibilitan la maduración completa de la uva.

Para el tercer año explicamos la incidencia en la calidad de la uva -sobre todo cómo afecta a la uva tinta de variedad foránea- de las circunstancias socio-económicas de la producción: concretamente el efecto que tiene en la maduración incompleta de la uva la política constantemente aplicada de precios bajos por kilo de uva. No lo había relacionado nadie en ningún texto hasta entonces.

En la cuarta edición nos centramos en el funcionamiento de las Denominaciones de Origen en el estado español, desentrañando su función real de gestor comercial de un grupo de productores asociados. Fue la primera vez que se escribió, incluso en vadevi, que Catalunya era  -y es aún- el único lugar del mundo en donde un productor puede elaborar tres vinos iguales de cabernet, merlot y syrah dentro de cada denominación de origen, llamarlos igual a todos y cambiar tan sólo el registro de embotellador y el sello de la DO correspondiente. Tampoco nadie por escrito había reparado en ello aún.



En la quinta comenzamos a apuntar la idoneidad de los cupajes que se hacen tan sólo porque el vino es líquido y se mezcla con cualquier otro líquido: reivindicábamos, por ejemplo, que aunque sea físicamente posible mezclar garnatxa blanca con chardonnay, en Francia sería un disparate tan grande como mezclar un vino del Rosellón con otro de Borgoña, y que al que lo hiciera lo correrían a gorrazos en cualquier feria.

En la sexta hemos lanzado la App de La Guia, un nuevo medio para que quien quiera la pueda llevar en el móvil; la razón no sólo es que cada vez se venden menos libros, sino también que las nuevas generaciones sólo están dispuestas a usar medios que puedan emplear en cualquier lugar y a cualquier hora, con un formato dinámico y sin que les genere engorro alguno llevarlo.



Con todo esto no especulamos, ya que está publicado. Está claro que siempre tendemos a la evidencia: a sacarla a la luz, a ponerla encima de la mesa. Podríamos haber escrito los textos encabezando cada párrafo con mil agradecimientos, con plumilla francesa y letra redondilla, y acabar cada párrafo con DIOS GUARDE A VD MUCHOS AÑOS, pero el mensaje habría sido el mismo cada año y habría caído igual de mal.

De modo que no es el cómo, es el qué.

La evidencia en la que uno no repara insulta cuando aparece más tarde, incontestable e insolente, y se asocia esa insolencia al mensajero que la saca del cajón para que se trabaje en el sentido que propone; y que, en el caso del vino catalán, ha olvidado desde hace cincuenta años. Puede ser todo lo educado que quiera, que si su mensaje no encaja se hablará como en nuestro caso se ha hecho: que si las maneras, que si queréis que se arranque todo, que si sois radicales, que si talibanes, etc…

Son ya suficientes propuestas en seis años como para que se asimilen ahora como material teórico sobre el cual establecer parámetros con la idea de edificar un criterio permanente, base de una presencia sólida en los mercados internacionales.

Sin embargo, en lugar de construir nada, muchos profesionales que antes criticaban las maneras -nunca los contenidos, a saber si los conocían o conocen- se apresuran a decir que todo eso ellos ya lo sabían por la prensa internacional.

O que, en cualquier caso, era evidente. No obstante, había que reparar en ello y escribirlo, claro.

También omiten, desde luego, la razón por la cual no lo publicaban en ningún medio. Yo la sé, ya ni siquiera la sospecho.

Desde luego es difícil tender la mano corriendo un tupido velo sobre todo este historial, y sobre una receptividad automáticamente negativa de la que muchos aún no se han bajado. Puedo entender el enfado que provoca no haber pensado en algo que a todas luces parece evidente, pero pagar la laguna propia con el que sí lo ha pensado es absurdo; primero por la imagen que da uno de sí mismo, y segundo, porque implica un desprecio necesario de los nuevos contenidos que acaba por perjudicar a uno mismo.

El absurdo y el carácter fenicio -que dice que antes que beneficiar a otro me perjudico yo-, sin embargo, forman parte del adn de cualquiera; la gente inteligente y racional los arrincona, y otros, por las razones que sea, no pueden. Contra eso sólo sirve la terapia, nosotros no podemos hacer nada.

2 comentarios:

  1. Pues no sé si escorrecto que desde la lejanía y el desconocimiento, comente que estoy plenamente de acuerdo. Quizás no sea tal el desconocimiento, aquí se vinifica una "calentita" riesling y todos ponen los ojitos en blanco (hablamos de La Mancha). Estos días he publicitado un interesante artículo de Pedro Ballesteros en Planeta Vino. Hacía una génesis de la VDP alemana, donde los mismos productores alumbraron el sistema. Y si es necesario, pues habría que recurrir al crowdfunding para publicar la Guía y mantener esa imprescindible independencia.

    ResponderEliminar
  2. Recojo la idea, Julio. Riesling en la mancha? Jajaja... En todas partes cuecen habas. Gracias por leer.

    ResponderEliminar