Lectors

domingo, 18 de mayo de 2014

PODER

Es habitual que ninguna clase de poder comprenda o acepte lo que se piensa desde fuera. En su forma actual, hace tiempo que se limita a observar lo que pasa, lo que emprende la iniciativa privada, y a apoyar tímidamente la versión que más le gusta dentro de cada sector económico, intentando parecer equidistante siempre justo después de hacer el primer movimiento, una y otra vez, en la misma dirección de su interés.



Esas son las partes visibles, por supuesto. Confieso que no me apetece nada saber si hay algo que no sé, en ninguno de los casos. Por eso este funcionamiento de nuestro entorno nos obliga a financiarnos de manera exterior a nuestro sector, ya que hacerlo dentro del margen que la propia identidad del proyecto permite da un resultado insuficiente. Estamos, pues, en plena catarsis.

Se deduce que el sector del vino no está preparado para sostener e interpretar de manera no espuria una crítica libre: que tampoco es capaz de entender que los costes de una prensa que no sea amarilla, que le dé cierta respetabilidad, deben correr a su cargo; y por supuesto, con la ayuda de la parte del poder que se ocupe de ese sector.

A quien se considere interesado habrá que decirle que los beneficios de la opinión libre en los medios no son diarios, ni mensuales, ni anuales, no tienen intervalos como en las cuentas de explotación. Son intangibles, porque aportan seriedad y prestigio. Y también,  desde luego, que la medida de los medios que viven de las limosnas que el sector da a cambio de publicidad, sea mancha o reportaje, es directamente proporcional a la voluntad de esa limosna. No puede ser de otra manera.

Y donde pone medida, lean calidad.

Es lo mismo.





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