Esas son las partes visibles, por supuesto. Confieso que no me apetece nada saber si hay algo que no sé, en ninguno de los casos. Por eso este funcionamiento de nuestro entorno nos obliga a financiarnos de manera exterior a nuestro sector, ya que hacerlo dentro del margen que la propia identidad del proyecto permite da un resultado insuficiente. Estamos, pues, en plena catarsis.
Se deduce que el sector del vino no está preparado para sostener e interpretar de manera no espuria una crítica libre: que tampoco es capaz de entender que los costes de una prensa que no sea amarilla, que le dé cierta respetabilidad, deben correr a su cargo; y por supuesto, con la ayuda de la parte del poder que se ocupe de ese sector.
A quien se considere interesado habrá que decirle que los beneficios de la opinión libre en los medios no son diarios, ni mensuales, ni anuales, no tienen intervalos como en las cuentas de explotación. Son intangibles, porque aportan seriedad y prestigio. Y también, desde luego, que la medida de los medios que viven de las limosnas que el sector da a cambio de publicidad, sea mancha o reportaje, es directamente proporcional a la voluntad de esa limosna. No puede ser de otra manera.
Y donde pone medida, lean calidad.
Es lo mismo.
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