Lectors

miércoles, 4 de febrero de 2015

Universidad de la Vida


     -  La cara palante, no p’atrás. Si tú lo que quieres, lo que quieres es darle y que no te dé más, la cara palante. A ver, yo lo vi que me iba a dar, ¿no? y que me iba a dar en toda la nariz. Y si me daba bien, me tumba, ¿sabes? Me tumba. Así que eché la cabeza palante, pa que me diera aquí –señalándose la mandíbula-. Si te da aquí no hay problema, dejas que gire el cuello, vuelves la cara y sigues. Porque cuando me volví ya fui con tó, ¿sabes? Con tó… El nota ya creía que me había tumbao y shabía relajao. Y en medio minuto estaba en el suelo, porque fui con tó, así así y así, ¿sabes?

Su interlocutor no replica. Imposible saber si está archivando para la próxima trifulca en la que, seguro, echará la cabeza palante como los palomos, para recibir el puñetazo en la mandíbula, poder girar la cabeza y seguir la pelea como si nada, con el resultado que sea. O si está pensando a ver si llega el autobús de una puta vez y se deshace de este homínido que tiene la cabeza sólo para echarla palante. Delgado como una mala cosa, salta con el puño en alto cuando vuelve a explicar la jugada, hasta tres veces, mientras logra una expresión de ira genuina, tanto que un gorila lo haría peor. En mitad de la parada, ajeno al ridículo general, a la vergüenza ajena, sigue con su versión personal de las técnicas de ataque-defensa callejeras. Las que se aprenden en la universidad de la vida. Mi ex suegra lo decía, la vida es lo que más te enseña: sobre todo cuando no has ido ni querido ir a ningún lugar a aprender nada más de nadie.

Al verlo me pregunto si este pedazo de mierda será capaz de pagar ya no la mía, sino ninguna pensión de ninguna clase. Y si llega a hacerlo, qué pedirá a cambio cuando le llegue el turno a él? Y cómo lo pedirá? Quizá, para entonces, estará ya  tan derrotado por haber echado la cabeza palante, en lugar de no meterse en líos, que toda su materia escasamente gris estará completamente reblandecida y no será capaz ni de acordarse de los notas contra los que fue con tó a lo largo de su vida, así así y así.

Yo me inclino más por otra versión. Le atizaron el guantazo, efectivamente, en la mandíbula, pero para su sorpresa la cabeza entera le giró un cuarto y aún fue capaz de salir cagando leches. Cagando leches con tó, eso sí. Su versión es su desiderátum; así, así y así. 

Recuerdo que en el 81 o 82, cuando estudiaba antropología, Marvin Harris publicó una etnografía absolutamente revolucionaria: proponía que cualquier individuo de la tribu africana que había ido a estudiar era mucho más feliz que cualquier occidental medio, ya que todo su horizonte de deseos estaba colmado; tenía tan poco conocimiento del mundo externo que no ambicionaba nada que no estuviera a su alcance, al contrario que nosotros, que recibimos tantos inputs del mercado que estamos constantemente insatisfechos por algo que nos han enseñado y que no tenemos. 

Es una manera de verlo, de entender la felicidad. 

No obstante, a veces me gustaría ver cómo se las apañaría Harris para hacer un estudio de esta otra clase de material indefinible. Seguro que al final le daba así así y así, con tó.




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