- La
cara palante, no p’atrás. Si tú lo que quieres, lo que quieres es darle y que
no te dé más, la cara palante. A ver, yo lo vi que me iba a dar, ¿no? y que me
iba a dar en toda la nariz. Y si me daba bien, me tumba, ¿sabes? Me tumba. Así
que eché la cabeza palante, pa que me diera aquí –señalándose la mandíbula-. Si
te da aquí no hay problema, dejas que gire el cuello, vuelves la cara y sigues.
Porque cuando me volví ya fui con tó, ¿sabes? Con tó… El nota ya creía que me
había tumbao y shabía relajao. Y en medio minuto estaba en el suelo, porque fui con tó, así así
y así, ¿sabes?
Su interlocutor
no replica. Imposible saber si está archivando para la próxima trifulca en la
que, seguro, echará la cabeza palante como los palomos, para recibir el
puñetazo en la mandíbula, poder girar la cabeza y seguir la pelea como si nada,
con el resultado que sea. O si está pensando a ver si llega el autobús de una
puta vez y se deshace de este homínido que tiene la cabeza sólo para echarla
palante. Delgado como una mala cosa, salta con el puño en alto cuando vuelve a
explicar la jugada, hasta tres veces, mientras logra una expresión de ira
genuina, tanto que un gorila lo haría peor. En mitad de la parada, ajeno al
ridículo general, a la vergüenza ajena, sigue con su versión personal de las técnicas
de ataque-defensa callejeras. Las que se aprenden en la universidad de la vida.
Mi ex suegra lo decía, la vida es lo que más te enseña: sobre todo cuando no
has ido ni querido ir a ningún lugar a aprender nada más de nadie.
Al verlo me
pregunto si este pedazo de mierda será capaz de pagar ya no la mía, sino
ninguna pensión de ninguna clase. Y si llega a hacerlo, qué pedirá a cambio
cuando le llegue el turno a él? Y cómo lo pedirá? Quizá, para entonces, estará ya
tan derrotado por haber echado la cabeza
palante, en lugar de no meterse en líos, que toda su materia escasamente gris
estará completamente reblandecida y no será capaz ni de acordarse de los notas
contra los que fue con tó a lo largo de su vida, así así y así.
Yo me inclino más
por otra versión. Le atizaron el guantazo, efectivamente, en la mandíbula, pero
para su sorpresa la cabeza entera le giró un cuarto y aún fue capaz de salir cagando leches.
Cagando leches con tó, eso sí. Su versión es su desiderátum; así, así y así.
Recuerdo que en el 81 o 82, cuando estudiaba antropología, Marvin Harris publicó una etnografía
absolutamente revolucionaria: proponía que cualquier individuo de la tribu
africana que había ido a estudiar era mucho más feliz que cualquier occidental
medio, ya que todo su horizonte de deseos estaba colmado; tenía tan poco
conocimiento del mundo externo que no ambicionaba nada que no estuviera a su
alcance, al contrario que nosotros, que recibimos tantos inputs del mercado
que estamos constantemente insatisfechos por algo que nos han enseñado y que no tenemos.
Es una manera de
verlo, de entender la felicidad.
No obstante, a veces me gustaría ver cómo se
las apañaría Harris para hacer un estudio de esta otra clase de material
indefinible. Seguro que al final le daba así así y así, con tó.
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